EL GATO EN EL ANTIGUO EGIPTO
Los gatos eran considerados animales sagrados en el Antiguo Egipto.
Íntimamente asociados al concepto de divinidad, los egipcios creían que en sus cuerpos anidaba el alma de la diosa egipcia Bastet, deidad que se representa con cuerpo de mujer y cabeza de gato.
Cuenta la historia que el culto al gato se inició hacia el año 2900 a.C.
Según la mitologia egipcia, Ra, dios del Sol, enfadado con los hombres, envió a la Tierra a su hija, encarnada en Sekmet, una leona muy fiera, a fin de castigarlos. Sin embargo, ésta, enloquecida, provocó una masacre y mató a cientos de egipcios. Ra tuvo entonces que mandar a su guerrero Onuris con la misión de pacificar a Sekmet.
Ésta se convirtió en dócil ante las artes de Onuris, y entonces, se convirtió en Bastet.
La dualidad de esta diosa se refleja en su asociación al Sol y la Luna, de modo, que Bastet, asociada al Sol, se representa como una diosa buena y amable, diosa de la música y protectora de la luna, mientras que Sekmet, se asocia a la Luna y representa ese espíritu misterioso e independiente que siempre tienen los gatos.
Tan querida llegó a ser Bastet en Egipto que incluso se le levantaron templos, como el de Bubasti en el delta del Nilo.
Pero si eso es lo que cuenta la leyenda, lo cierto es que los gatos tenían, en la práctica, un status social importantísimo, por lo que su muerte se consideraba una tragedia en la familia, hasta el punto de que tenían que guardar luto y raparse las cejas en señal de luto. Después había que embalsamarlo y enterrarlos en grandes panteones. Tanto es así que se llegó a descubrir una gran necrópolis en el que habían enterrados cerca de 300.000 gatos momificados.
Matar un gato estaba incluso castigado con la pena de muerte ya que a través de los ojos de éstos, la diosa Bastet estaba siempre pendiente de los hombres y los protegía de todo mal.
Pero era tal el culto que le rendían, que incluso circula la leyenda de que en cierta ocasión, en pleno ataque egipcio, los persas, conocedores del temor a los gatos, cogieron un buen número de éstos y los utilizaron como escudos ante el ataque.
Al no saber cómo proceder para evitar dañarlos, los egipcios finalmente tuvieron que rendirse.